La cueva donde nos adentramos era la típica cueva que se puede encontrar en cualquier territorio, íbamos preparados de equipación y también teníamos suficiente Almius para usar hechiceria.
Había demasiado silencio tanto que todos estebamos alerta suponiendo que en cualquier momento nos atacaría una horda de seres del averno.
Pero en su lugar, apareció el monstruo que normalmente se encuentra a final de base, era un trasgo y portaba una espada que podía cortarnos como mantequilla.
Lo liquidamos en un abrir y cerrar de ojos, como el pacto estaba tratado, no podíamos matarlo, el nos dio a cambio un orbe legendario, en esta ocasión iba acompañado de un arma.
A mi me toco una Honda, ese objeto ya tenia más años que el guerrero dragón de los cuentos de mi bisabuela, era un chiste con patas porque encima no tenia ningún tipo de equipación. Normalmente si te sale un arco cuando vas de mazmorras, también suele haber flechas, pero la Honda era simplemente eso. Y sin munición solo era un simple adorno.
Mis compañeros se estuvieron riendo buen rato hasta que en una misión futura conseguí vencer al enemigo que creíamos imposible.
Desde entonces nunca me volví a separar de ella.
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