"Deliciosas manzanas" dijo la anciana que había llamado a la puerta y la joven inocente las recogió dándole las gracias, al fin de cuentas, era tiempo de hambruna y la fruta le serviría para hacer un gran pastel.
La vieja mujer se despidió con una sonrisa radiante y una energía que cualquiera diría que su edad no correspondía a lo que emanaba a su alrededor.
Poco después llegaron los que habitaban la casa, volvían de la cantera contentos, la mujer que habían adoptado les había preparado un increíble cena.
Por la mañana del día siguiente reinó un silencio sepulcral, nunca más se volvió a ver a esa extraña familia con vida.
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