Había ceniza por todas partes, no hacía mucho tiempo que se había destruido el lugar a causa de una guerra mágica.
Suspiré, demasiada gente había muerto, todos se reunían junto a sus enemigos y el entorno en el suelo.
¿Veis como la guerra era estúpida? Vinisteis aquí a luchar contra la gente que odiabáis y ahora todos erais parte de un mismo ser, uno de polvo.
Golpeé el suelo llorando, me había quedado huérfano por culpa de esta patética lucha, mis padres eran personas importantes en el ejército ¿Y de que les sirvió? Tenia que haber sido una muerte espantosa, rápida pero me dolía imaginar sus últimos momentos.
—¡Vamos Rex! —me llamó Issabella.
—Necesito un poco más de tiempo —sonreí, sin querer había hecho un chiste y contagié mi sonrisa.
—Tienes todo el tiempo del mundo pequeñajo —miró a uno de sus portales temporales.
Intente seguir pensando en todo este montón de cadáveres en forma de ceniza, pero negué con la cabeza y fui donde estaba ella.
—¿Puedo pedirte una cosa?
—¿Que pasa cariño? —me miró de nuevo sonriendo, en esta guerra había perdido a 3 hermano, uno de ellos mi padre, sabía que intentaba sonreír para no desanimarme.
—¿Puedo llamarte mamá?
Y por una vez en la vida de mi tía, en lo que le había pasado y el daño sufrido. Mostró una felicidad enorme al escuchar mis palabras. A partir de ahora me encargaría de que siempre fuese feliz.
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